Pon atención a detalles como las costuras y al remate de los parches de las mangas. Y cuando todo parece bucólica auto-ficción de una madre que hace malabarismos entre esa sensación de los padres que ven a sus hijos nonatos en pantallas con la definición de un videojuego de 1978 -y encima tienes que decir que sí a todo lo que te comenta el ginecólogo, porque es como cuando vas al taller mecánico, que te abruman con evidencias y tú, con tu formación y tus lecturas no quieres quedar como un tonto que no distingue la junta de la trócola o el pie minúsculo del mismo tamaño que la cabeza- y el revisionismo francés de la calle de los Cines Renoir de Madrid -y esos bares denigrantes que hacen su agosto con las cañas de antes y después-, recordamos que la capital siempre es una ciudad extraña, que te abruma, que es una ciudad para solitarios, que los encuentros son migajas de cariño.